lunes, 22 de octubre de 2012

SOBRE EL HIMNO NACIONAL DE CUBA


SOBRE EL HIMNO NACIONAL DE CUBA
De, Cristobal Diaz a Ciro Bianchi Ross
 
Querido Ciro: Hablar del himno cubano siempre despierta comentarios. No sé si tu artículo termina con el párrafo que comienza Concluye,etc. Ahí indica que sigue texto, pero no me quiere abrir..Aparte de las las muchas discusiones sobre lo quitado o agregado al himno, hay un tema que generalmente no se toca, como si fuera una falta o error del himno. Me refiero al hecho incontrastable de que el himno contiene dos estrofas apoyadas en sendas estrofas del aria "Non Piu andrai" de la ópera de Mozart "Las bodas de Fígarro":
no temáis una muerte gloriosa
delle belle turbando il riposo
 
que morir por la patria es vivir
narcisetto,Adoncino de amor
 
Allá por  1948 o 49, le escuché este comentario al nieto de Manuel Márquez Sterling de su mismo nombre, y a Pedro Machado y de Castro, compañeros de estudios de la escuela de Derecho de la Universidad de La Habana. Ellos habián fundado en la Universidad,la sucursal cubana de Las Juventudes Musicales del Mundo, un movimiento creado en Europa y que trascendió bastante en Cuba, gracias a los esfuerzos de estos dos jóvenes. Creo que hasta tocaron el tema en una conferencia brindada en el Aula Magna de la Universidad. Pero que recuerde, no creó ningunos comentarios esta revelación.
La traje a colación en mi libro  Música Cubana del Areyto a la Nueva Trova, 1981, aunque cometí la omisión de no mencionar la fuente, bajo la errónea idea de que estaban mencionados en alguna de las fuentes incluídas en mi Bibliografía.Adelantándome a las posibles críticas, comentaba que era posible fuera un error inconsciente de Figueredo, que hubiese escuchado esa ópera en Cuba, o por lo menos el aria, y que de pronto surgiera en su mente como de su propia inspiración; y hasta una segunda hipótesis, que la usara a propósito como una especia de defensa ante una posible prohibición de las autoridades; era un buen argumento que se estaría vetando la obra de un compositor de fama mundial, Mozart.
En forma más breve, volví a tratar el tema en mi reciente obra "¡Oh Cuba hermosa! La canción de contenido político-social en Cuba hasta 1958". 
También se objetó por más de un autor, los cambios sufridos por el himno en su introducción,etc. Sin embargo, que sepamos no se ha comentado que es uno de los pocos himnos nacionales que como La Marsellesa, se escribió coetaneamente con el inicio de guerras libertadoras; casi todos los himnos latinoamericanos se escribieron a posteriori, y en más de un caso, provenían de la pluma de un compositor extranjero, no del propio país.
Y como el caso de La Marsellesa, el título alude al suceso histórico más cercano, en el caso francés a la ciudad de Marsella, y en el de Cuba, al pueblo de Bayamo. Pero el compositor francés estuva más atinado que el cubano: No llama a la guerra a los marselleses, sino "a los hijos de la patria". Figueredo, más comedido, llamó a los bayameses, aunque al final del himno, exhorta a "las armas valientes corred".
Por otra parte, pudiera argumentarse que la alusión específica a los bayameses, es la semillla que después germinaría con resultados desastrosos, del cunecismo que aquejó a nuestros esfuerzos bélicos.  Siempre hay tela por donde cortar....CDA 
 
 
 

El 21 de octubre de 2012 22:38, Ciro Bianchi Ross <cirobianchiross@gmail.com> escribió:
El Himno Nacional


Ciro Bianchi Ross
20 de Octubre del 2012 18:43:38 CDT

Aunque compuesto por Perucho Figueredo y estrenado en Bayamo 30 años
antes, nuestro Himno Nacional, tal como lo conocemos hoy, se escuchó
por primera vez en Guanabacoa, el 15 de diciembre de 1898, a las diez
de la mañana.

En 1892, a sugerencia de José Martí, que quiso publicar en su
periódico Patria la partitura de la pieza que todavía era conocida
como La bayamesa, el patriota y compositor camagüeyano Emilio
Agramonte Piña preparó una versión de la marcha. Agramonte conocía por
referencia su letra y su música y, como casi todos los
independentistas cubanos, las sabía de memoria. A partir de ahí hace
determinados cambios para darle a la pieza más énfasis y marcialidad y
elimina el fragmento de La marsellesa que tenía el original de
Figueredo. Años después, el compositor y director de banda José
Antonio Rodríguez Ferrer, avecindado en La Habana, tras recibir de
Agramonte la línea melódica del Himno, le escribe una introducción
marcial y lo orquesta y rearmoniza. Esta es la versión que se
interpreta con motivo de la entrada en Guanabacoa de tropas cubanas al
mando del general Rafael de Cárdenas. «Puede decirse que aquella
mañana nació el Himno Nacional, tal como lo hemos escuchado los
cubanos desde entonces», dice la investigadora Zoila Lapique. El Himno
Nacional cubano es entonces la creación de Figueredo según la
instrumentación de Rodríguez Ferrer. Así se reconoce de manera
oficial.

Añade Zoila Lapique en su libro Cuba colonial. Música, compositores e
intérpretes:

«El desconocimiento que en aquella época había del original del Himno
de Bayamo de Pedro Figueredo y las estremecidas notas de la
introducción marcial hecha por Rodríguez Ferrer, fueron factores que,
unidos al estado de ánimo de todo un pueblo, coadyuvaron a que gustara
y se difundiera esta última versión entre otras bandas de la ciudad de
La Habana…

Pese al arraigo que iba ganando, el Himno de Bayamo no se pudo
escuchar en los actos del cambio de soberanía. Madrid traspasaba a
Washington el mando de la Isla y, el 1ro. de enero de 1899, a las 12
del día, la enseña española era arriada a los acordes de la Marcha
Real y el himno de Estados Unidos seguía el ascenso de la bandera
norteamericana. No hubo en la ceremonia más bandera cubana que aquella
que un patriota anónimo, desde una casa de la calzada de San Lázaro,
puso a flotar, sostenida por dos heliógrafos, a una altura inmensa.

Al darlo a conocer en Patria, Martí calificó al «himno patriótico
cubano» de «arrebatador y sencillo». Recomendó: «¡Oigámoslo de pie, y
con las cabezas descubiertas!».
La Bayamesa

En 1867 llega a Bayamo una comisión de la Gran Logia santiaguera. Se
quiere organizar la masonería en dicha ciudad y luego de limar
asperezas y superar discrepancias, logra constituirse la logia
Redención con Francisco Vicente Aguilera como Venerable Maestro. Ya
para entonces se conspira en Bayamo, al igual que en otras regiones
cubanas. Aguilera, entonces el hombre más rico de Oriente, prepara la
revolución y Carlos Manuel de Céspedes, dado a los lances de riesgo,
aporta su energía vivaz y su resolución.

Entre muchos otros, están en la conspiración el abogado Pedro
(Perucho) Figueredo y Francisco Maceo Osorio. Como Figueredo ha hecho
estudios de solfeo y violín y siente afición por la música, Maceo
Osorio le pide que componga un himno de guerra. Acepta Figueredo la
sugerencia y compone una pieza que instrumentaría el violinista y
director de orquesta Manuel Muñoz Cedeño. El futuro Himno Nacional
cubano se dejaría escuchar por primera vez en la iglesia mayor de
Bayamo durante un te deum con motivo de la fiesta del corpus christi
de 1868. Ese día en el templo está en su sitio de honor el gobernador
Julián Udaeta. No demora la primera autoridad local en advertir el
espíritu levantisco de aquella música, algo así como un llamado a la
insurrección, y lo comenta con Muñoz Cedeño. Conversa también con el
compositor. «No, no es un himno bélico», asegura Figueredo.

La conspiración sigue su curso. El 10 de octubre Céspedes se alza en
armas en su ingenio La Demajagua, y Figueredo sigue el ejemplo en su
finca Las Mangas. Deciden los insurgentes poner sitio a Bayamo. Los
españoles se rinden y los libertadores ocupan la ciudad. El pueblo,
concentrado en la plaza, pide a gritos a Figueredo que dé a conocer la
letra del himno que a partir de ahí se conocerá como La bayamesa, a
semejanza de La marsellesa. Apoyado sobre el lomo de su cabalgadura,
escribe Figueredo los versos y la multitud los repite a gritos. Son
los de las dos estrofas que hoy conforman el Himno Nacional. Desde la
celda donde lo han encerrado, el gobernador Udaeta escucha la música.
Claro que era un himno de guerra. No se había equivocado. Pronto
prenden letra y música entre los bayameses. No demora en reproducir
los versos un periódico impreso en la manigua y a partir de ahí, y
durante años, los versos del Himno, junto con su música, se transmiten
oralmente de padres a hijos.
Estrofas que faltan

Afirma Zoila Lapique que ya para el 20 de octubre de 1868 Figueredo
«había acortado, pulido y reformado» los versos del Himno «hasta
lograr una composición poética de calidad, acorde con sus propósitos
patrióticos». Figueredo había escrito un Himno más largo, de seis
estrofas en lugar de las dos actuales. Dejaría solo las dos estrofas
iniciales. Otros versos y estrofas fueron adicionados en Cuba y en el
exterior de manera espuria, aunque de buena fe, o son fruto de
deformaciones lógicas del original en su transmisión clandestina y
oral.

«Mas ya era tarde para aceptar rectificaciones poéticas y ni la
versión mayor hecha por el mismo Figueredo ni las deformadas tuvieron
aceptación —escribe Zoila Lapique en su Cuba colonial. Música,
compositores e intérpretes. El pueblo de Bayamo ya había adoptado
definitivamente la versión, conocida en medio del entusiasmo
revolucionario, y con esta estaba dispuesto a morir».

Por fortuna para los cubanos y tal vez para evitar más imprecisiones y
cambios en los versos y en su música, el patriota, poco antes de
morir, dejó escritos la letra y la línea melódica del Himno, asevera
Zoila Lapique. Dedica el documento, fechado el 1ro. de noviembre de
1869, a la señorita Adela Morel, que lo conservó con mucho celo a fin
de evitar que cayera en manos de los españoles.

Las cuatro estrofas que eliminó Figueredo y que no aparecen por tanto
en el documento dedicado a Adela Morel, son estas:

«No temáis los feroces Iberos / Son cobardes cual todo tirano / No
resisten al bravo Cubano / Para siempre su imperio cayó. // ¡Cuba
libre ya España murió! / Su poder y su orgullo ¿do es ido? / Del
clarín escuchad el sonido / “¡A las armas valientes corred!” //
Contemplad nuestras huestes triunfantes / Contempladlos a ellos
caídos, / Por cobardes huyeron vencidos / Por valientes sabremos
triunfar. // ¡Cuba libre podemos gritar / Del cañón al terrible
estampido! / Del clarín escuchad el sonido / “¡A las armas valientes
corred!”».
Fusilado

Recibe pronto Figueredo los grados de mayor general, pero todos siguen
llamándole Perucho. Tras la Asamblea de Guáimaro (1869) se le designa
subsecretario de Guerra. Renuncia tras la destitución de Manuel de
Quesada, general en jefe del Ejército Libertador, pero Céspedes no
acepta su dimisión. El enemigo lo sorprende enfermo y en compañía de
su familia en la finca Santa Rosa. Tras una tenaz resistencia es hecho
prisionero y a su lado quedan presas sus hijas. En Santiago de Cuba un
consejo de guerra lo condena a muerte. El Conde de Valmaseda le ofrece
el indulto a cambio de la promesa de no hacer armas contra España.
«Dígale al Conde —dijo al mensajero— que hay proposiciones que no se
hacen sino personalmente para personalmente escuchar la contestación
que merecen…». Está ya tan débil que apenas puede caminar hasta el
pelotón de fusilamiento. Pide que lo conduzcan en coche y, para
escarnecerlo, lo obligan a cabalgar sobre un asno hasta el lugar de la
ejecución. Es el 17 de agosto de 1870. Tiene Perucho 51 años de edad.

Pasan los años. Quiere Martí publicar La bayamesa en su periódico
Patria. Lo hace en la edición correspondiente al 3 de septiembre de
1892. Inserta, junto al «himno patriótico cubano», La borinqueña,
himno, por tradición, de los puertorriqueños, porque, escribe el
Apóstol, «Mañana no habrá un hogar antillano donde no se oigan los
acordes que conservan vivo el fuego patriótico de los hijos de Lares
respondiendo a las notas valientes del himno que más de una vez ayudó
a triunfar a los hijos de Yara».

El músico camagüeyano Emilio Agramonte (1844-1918) trabaja La Bayamesa
de memoria. No sabe de la existencia del manuscrito en poder de Adela
Morel. Es un artista de notable formación profesional, reclamado, dice
el erudito Radamés Giro, como pianista acompañante por los empresarios
de los más afamados cantantes líricos de la época, y promotor de la
fecunda Escuela de Ópera y Oratorio de Nueva York. Su fama, dice
Martí, «honra a Cuba». Martí le confió el trabajo sobre la pieza de
Figueredo porque, así lo dice, creyó que era de los pocos con derecho
a poner la mano sobre el Himno y porque en su trabajo no haría gala de
arte en la composición, sino de respeto.
¡Ya viene el cortejo!

En La Habana, donde había nacido, radicaba entonces el compositor y
director de banda José Antonio Rodríguez Ferrer (1864-1935). Había
estudiado con su padre solfeo, armonía, flauta y clarinete, y violín y
composición con otros profesores. Radamés Giro destaca la forma en que
Rodríguez Ferrer combinaba en sus composiciones las prácticas
armónicas tradicionales con las tendencias de las nuevas escuelas y,
muy singularmente, su constante anhelo de desentrañar nuevas formas
sonoras dentro de los principios rítmicos y tonales. A él le hace
llegar Agramonte su versión del Himno de Figueredo publicada en
Patria. Rodríguez Ferrer la trabaja a su vez y la orquesta y
rearmoniza.

Concluye el año de 1898 y los mambises se disponen a entrar en La
Habana. Guanabacoa es la primera población que organiza el
recibimiento triunfal a los libertadores. Los saludan no solo los
vecinos de esa villa, sino muchísimos habaneros que se trasladan hasta
allá para rendirles tributo. Solo por el torniquete de la estación
ferroviaria de Luz pasan, hasta el mediodía del 15 de diciembre,
cuando entran las tropas mandadas por el general Rafael de Cárdenas,
más de 2 500 personas. Hay fiesta y baile y banquetes con mesas
dispuestas como estrellas de cinco puntas. Las calles se adornan con
flores y banderas. Entonces la banda Cuba, bajo la conducción del
maestro Esteban Rodríguez, acomete los compases de Figueredo y La
bayamesa comienza a ser el Himno Nacional.







--
Ciro Bianchi Ross
ciro@jrebelde.cip.cu
http://wwwcirobianchi.blogia.com/
http://cbianchiross.blogia.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario